La CE tras Cataluña y la España de las autonomías

12 de enero de 04

El Gobierno catalán presentará un proyecto para complementar las pensiones de Cataluña. Carod-Rovira hacía este anuncio nada más haber entrado en vigor la nueva ley de disposiciones específicas en materia de Seguridad Social, que impide a las autonomías adoptar esta medida. El frentismo actúa de rondón. El presumido choque de trenes entre el tripartito y el Ejecutivo afecta a la totalidad del Estado. En 1999, Andalucía decidió un complemento para pensiones no contributivas que el Gobierno de la nación llevó al Tribunal Constitucional. Para sorpresa del Partido Popular, el TC falló que las comunidades podían conceder ayudas siempre que se cumplieran tres requisitos: carácter extraordinario, cuantía no “como pensión” y diferencia económica salida de la hucha de las autonomías interesadas.

La noche del 16 fue previsible antes de celebrarse, el nacionalismo ganó las elecciones y la izquierda salió reforzada de ellas. El PP, a pesar del crecimiento -tenía un suelo de voto muy bajo-, sigue como partido testimonial. Pero lo ocurrido no es fruto cabalístico: mientras Ibarretxe lanzaba su Plan y desafiaba a los constitucionalistas -término a revisar-, la clase política catalana escondía en el paisaje a unas hilanderas que iban trabajando por debajo los egoísmos. En la sede de Izquierda Republicana, auténticos ganadores de los comicios, se oyeron vítores y palabras de apoyo para el Lehendakari. Tras años y años a remolque del nacionalismo vasco, parece haber llegado la hora catalana. A ese puerto no se habría llegado sin las naves y las tejedoras de Pujol. No se olvide.
Como rebite, en Francia leen sobre nuestro vigesimoquinto aniversario de la Constitución por boca del politólogo e historiador Antonio Elorza. “Libération” publicó el pasado diciembre una entrevista conmemorativa en la que se presentaba el federalismo como la única salida a la tensión actual. Los franceses también se desayunaron con una crítica a la CE, “que no ha servido para que la población asuma la idea de nación y sus símbolos”.

Quizá, fruto de ello sólo el 11% del electorado dejaba de contemplar un nuevo Estatuto de Autonomía. En las últimas dos décadas, el gasto público en manos del Gobierno central ha pasado del 90% al 50 de un total significativamente mayor. Del esbozo de las autonomías en 1980 se ha pasado a una situación en la que éstas concentran las políticas fundamentales del 'bienestar' (sanidad, educación, servicios sociales, etcétera). Tras superar incluso los objetivos para los que fueron proyectadas, surge un innegable tira y afloja que no se aplaca con propaganda ministerial.

“La España de las autonomías” proviene de un acuerdo “para darnos un marco de convivencia entre todos”, dijo el Rey hace ahora, exactamente, tres años, en el transcurso de una entrevista para televisión. El verano pasado, el Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales Eduardo Zaplana, alertaba de que las comunidades autónomas tienen “más competencias que muchísimos cantones suizos”. Lo cierto es que la descentralización no parece bastar. Cada comunidad crece a un ritmo y pocas están satisfechas, aunque Castilla y León, en el contexto del país, parezca un remedo de Harpo Marx. En el caso de Cataluña, el PP sólo dispone de 390 mil votos para mantener la comunidad como hasta ahora. Ese puñado de votos no pesa un quintal: las fuerzas opositoras suman 3 millones. En la calle, los votantes de CIU le gritaban “Cataluña independiente” a Mas; a Carod Rovira se lo exigían...

El territorialismo es un hecho incontrovertible a nivel sociopolítico. Los partidos no han ocultado su programa y los electores han votado en consecuencia; El quid es si un Estado se puede oponer a los deseos de una parte importante de la población. PSOE e IU están por la labor de una seria reforma constitucional. Fraga o Lucas tienen sus escarceos con ella y el mismo Aznar empieza a ceder una de mínimos. La realidad camina cinco pasos por delante de las intenciones de Moncloa. ¿Qué hacer, pues, con el mapa? A vuela pluma, el federalismo propuesto por IU y parte de PSOE, y llevado con éxito en otros países -Alemania- y continentes -América-, puede ser la forma de no fracturar la unidad del Estado y la menos lesiva para el conjunto de los españoles. ¿No va el pueblo por delante de la ley? ¿No sanciona ésta la costumbre? ¿El uso no hace la norma? Los regional-nacionalismos son palpables y mayoritarios en algunos casos. El derecho a la libre determinación es la base de las democracias. Quizás en un mundo ideal no deberían existir los nacionalismos, pero la naturaleza es imperfecta.

“CIU ha cedido hasta contradecirse” -se jacta ERC-. Hoy se confirma lo que ayer se suponía. Rovira era Aracne y Mas no pasaba de una “simple” Atenea. Pero lo nuevo es que han invertido el final: Atenea prosigue furiosa pero Aracne no ha quedado presa de los hilos, esos hilos nacionalistas que modifican la Historia. Previo a la Generalidad se constituyó el Parlamento. Uno y otro acontecimiento han sido fiel reflejo del deseo ciudadano: izquierda y autogobierno.

Cuatro de los cinco alcaldables tenían cariz luterano. En medio de todo, la propuesta de Piqué era original: no tocar la autonomía. Aun así, o, precisamente por ello, la elección fue estatutaria. Hoy día, la sociedad catalana tiene más cerca de sí un autonomismo mayor que el propio País Vasco. El amplísimo refrendo de las urnas les “faculta” para llevarlo a cabo. Las banderas cuatribarradas están exaltadas: el presidente del Parlamento catalán insta al Himno del segador y su voz encuentra eco al canto y a “un camino sin retorno” para Cataluña como nación. “¡Viva Cataluña libre!” grita casi unánime la Cámara. Si alguien ha errado ha sido el Presidente Aznar cuando pronunció no hace mucho que el mapa autonómico “estaba cerrado”. Puede que ahora sea cuando se haga valer hasta las últimas consecuencias, y de forma irónica, esa “España de las autonomías” que se perfiló a comienzos de la democracia.