Brizna de suspensión

6 de julio de 2013

“Pasear también puede ser un acto de subversión”. Carlos Losilla en Cuadernos de Cine, a propósito de Antes del anochecer, de Linkater. “Mientras paseamos, preferiblemente sin rumbo fijo, no trabajamos, no producimos, no consumimos. Rompemos el circuito mágico (…) Nos negamos a obedecer (…) Como mucho podemos hablar, charla también insustancial (…) Tiempo en suspenso (…) que en su propio paso delata su verdadera naturaleza: el tiempo no es oro, sino la materia de la que están hechas un cuerpo, una palabra (…) El paso del tiempo donde de verdad muestra su ferocidad es en los discursos y en los relatos”. Ésa es otra virtud del camino pausado, la política. Recordemos los versos de Jorge Riechmann: “(La lentitud es anticapitalista) / para quebrar el orden criminal / instituido y hacerlo saltar por los aires sin esfuerzo / basta con rezagarse, errar, ir muy despacio”. En el contexto estético, el arte sería un reloj ajeno a los efectos del tiempo, pero capaz de medirlo como si formara parte de su arena oxidada. Los personajes de Antes del anochecer echan un pulso al amor y “convierten el hecho de caminar en una filosofía vital, un aprendizaje de la pereza como el único camino hacia el conocimiento”. Tenemos que agradecer a Linkater que abra un cortafuego; despedazarnos sin otra motivación que el propio descuartizamiento elimina del arte esa vertiente medio pedagógica mediante la cual encontramos alivio. Detrás del vagabundeo habita el destino. “La discusión significa que el amor necesita igualmente un trabajo, una dedicación diaria desde el principio, y que a veces una sola palabra es capaz de echar abajo lo construido durante años (…) Las palabras necesarias, no las más sinceras, sino aquellas que nos ha enseñado el cine para tales casos”. El país de los ciegos es el de los que no quieren ver. “Seguramente la revolución empieza en la ficción, que no es otra cosa que pensar alternativas para la vida”. No hay más final feliz que el, resignado, teñido de esperanza.